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Solo por diversión

El Cinquecento suma caballos de fuerza y condimento en esta variante firmada por Abarth. Motor 1.4 turbo de 165 CV con caja manual de quinta, en una de las opciones más picantes dentro del mundo de los citycars. Tres metros y medio de puro capricho italiano.

Cuando en 1949 Carlo Abarth -que había nacido en Austria como Karl Albert- fundó su propia compañía, no sospechó que más de 70 años después su filosofía de lo que debía ser un auto -pequeño, liviano y veloz- resistiría en los modelos que, hoy como hace décadas, llevan el escorpión en la trompa.

El 500 Abarth 595 Turismo es una de las tantas variantes que eleva el costado deportivo del modelo piccolo de Fiat. De eso se trata este auto. Pensado para más para el capricho que para la razón, un vehículo donde quien más va a disfrutar, por lejos, es el conductor.

El 500 Abarth 595 Turismo es una de las versiones más deportivas del cinquecento de Fiat.

Cuando Karl se instaló en Italia tras la Primera Guerra Mundial, y pasó a llamarse Carlo, el germen ya estaba. Rápidamente su nombre quedó asociado a la competición, los récords y esa marca de culto llamada Cisitalia.   

Hoy Abarth es la responsable de los Fiat más deportivos y el 500 la estrella. Motorius se subió brevemente a esta versión que equipa el 1.4 turbo de 165 CV, junto a una caja manual de cinco marchas y tracción delantera. A continuación, nuestras conclusiones.

Capricho

Quien se compra un 500 Abarth 595 Turismo está, ante todo, dándose un gusto. O esa clase de gusto que puede significar andar en un auto chico, duro y básicamente incómodo para la conducción cotidiana, pero que pinta sonrisas cuando hay un circuito trabado o un camino sinuoso.

Para empezar, el exterior. Las llantas de 17 pulgadas montan neumáticos 205/40, medida que es toda una declaración de principios. El pequeño alerón superior, la doble salida de escape y el difusor posterior completan una imagen atractiva y simpática a la vez.

Selector de la caja bien cerca del volante. La crítica: solo tiene cinco marchas.

Adentro la marca italiana logró crear una atmósfera sport que se percibe desde el primer momento. Especialmente por las butacas Sabelt, tan deportivas que piden a gritos entrar a un circuito. Combinan cuero y alcántara, y sujetan de manera óptima el cuerpo.

Atrás el espacio es muy reducido, y solo podrán viajar cómodos niños. Ni sus reducidas dimensiones (3,66 metros de largo), ni el diminuto baúl de 185 litros, ni mucho menos el tanque de combustible de apenas 35 litros lo hacen un auto pensado para viajes largos.

Imponentes butacas Sabelt de competición. Atrás queda poco espacio para personas.

Frente al conductor el instrumental es circular y digital, con velocímetro en el centro y tacómetro (de lectura no muy intuitiva) a la izquierda.

Al presionar la tecla Sport todo se reorganiza en clave roja: aparece un medidor de Fuerza G y el tacómetro por encima del velocímetro. Completa la información una flecha de alerta de cambio de marcha y el indicador -analógico- de la presión de turbo.

Nervioso

Apenas ponerlo en marcha el sonido del escape se filtra agradablemente al habitáculo. El responsable es un cuatro cilindros naftero 1,4 T-Jet, que gracias a un turbo Garret entrega 165 CV a 5.500 rpm, y 23,4 kgm de torque máximo a 3000 rpm.

En un auto de menos de cuatro metros de largo y poco más de mil kilos, más que suficiente para divertirse. Cabe recalcar la notable potencia específica del motor, con 118 CV por litro de cilindrada.

La suspensión rígida no lo hace cómodo en la ciudad. En la pista es pura diversión.

El motor se muestra tranquilo en la zona baja del cuentavuetas, que incluso permite andar plácidamente por las calles de la ciudad. Pero pasadas las 2500 rpm la sobrealimentación toma protagonismo y el Abarth muestra su temperamento nervioso y vivaz, listo para reaccionar.

Es en ese momento cuando muestra su razón de ser, con 7,3 segundos para acelerar de 0 a 100 km/h y alcanzar los 218 km/h de velocidad final. La caja manual, cuyo selector queda bien cerca del volante, se lleva la crítica por tener solo cinco marchas.

Lo mejor sucede al activar el Modo Sport. El acelerador gana sensibilidad, la dirección electrohidráulica se endurece y todo queda configurado para entregar el máximo placer al conductor.

El sonido, la butaca, las suspensiones rígidas, su comportamiento con escasas inclinaciones y la “explosión” del turbo hacen que cualquier camino de asfalto con curvas sea una adicción. Es en ese tipo de geografías, así como en caminos sinuosos, donde el 500 Abarth muestra todo su potencial.

La unidad que Motorious probó estaba configurada para el mercado argentino. Tiene faros de xenón, siete airbags (frontales, laterales, de cortina y de rodilla para el conductor), control de tracción y estabilidad y Torque Transfer Control (TTC), un sistema que frena la rueda que “patina” para minimizar pérdidas de potencia en curva.

En confort se destaca el sistema multimedia con pantalla central táctil de7 pulgadas, y un equipo de audio Hi Fi con subwoofer en el baúl (otro motivo por el cual no tiene rueda de auxilio sino un kit de reparación).

En Alemania el 500 Abarth 595 Turismo tiene precios desde 23 400 euros, y compite principalmente contra el Mini Cooper.

Una opción para quien busca algo del espíritu italiano en un deportivo tan pequeño como explosivo, de diseño atractivo, con detalles que lo diferencian de los tantísimos 500 «de civil» que se ven por la calle. La versión, si se quiere, más vanidosa del Cinquecento.

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