El Clase A también tiene su versión tricuerpo “con baúl”. La cuarta generación del modelo llega con diseño atractivo, generoso equipamiento y carácter deportivo. Motor 2.0 turbo de 224 caballos de fuerza y caja de 7 marchas. Lo manejamos en versión A250 AMG-Line Sedán.
Fotos: Martín Lübel
Cuando el primer Mercedes-Benz Clase A (W168) vio la luz en 1997 rompió moldes. Un monovolumen con tracción delantera era impensado para una marca como Mercedes. A ese shock inicial, se sumó lo impensado: volcó en la famosa Prueba del Alce. Crisis corporativa. Y una respuesta a la altura: detuvieron la producción, revisaron la puesta a punto del auto y desde entonces le colocaron control de estabilidad de serie (inédito para la época).
Quince años después, en 2012, el modelo cambió su fisonomía y se convirtió en un hatchback. Abandonó la carrocería monovolumen -ahora reservada al Clase B- y se deportivizó. Quedó más cerca del piso y desde el punto de vista del diseño invitó a un cambio radical, más agresivo y juvenil.
La hoja de vida del Clase A, entonces, registra las dos primeras generaciones como monovolumen, la tercera que fue la de la transformación a hatchback, y la última y actual, que nació en 2018 y es la cuarta.
Como la anterior, mantiene su carácter más informal, con los Audi A3 y BMW Serie 1 en la mira. Y como la anterior también, ofrece una versión de tres volúmenes. Pero con una salvedad: antes solo estaba el CLA, con su «estilo coupé» (léase: con una caída de techo bien lanzada). Ahora sigue habiendo un -nuevo- CLA, pero se agregó este Clase A Sedán, que muestra un formato tricuerpo más convencional.
A esa variante es a la que Motorious se pudo subir en Buenos Aires. Una versión que no por su corte más familiar pierde diversión, especialmente en esta configuración A250 AMG-Line Sedán, que dicho sea de paso se fabrica en México.
Valga la aclaración: los AMG Line no tienen una puesta a punto tan radical como los AMG “puros”. En cambio, ofrecen mayor versatilidad con cierto toque deportivo y un kit estético ad-hoc, en este caso junto a un eficiente motor turbo de 4 cilindros y 224 caballos de fuerza.
La receta, entonces: un sedán de líneas muy bien logradas, nutrido equipamiento y apto para el uso cotidiano, pero con un costado sport más que interesante. Tanto, que nos fuimos al autódromo Juan y Oscar Gálvez de la ciudad de Buenos Aires.
Primeras impresiones
¿Qué hace que un auto sea considerado premium? Hay muchas teorías y debates al respecto; en mi opinión, poco tiene que ver con las cifras y la performance (está lleno de autos bestiales por ahí…), sino que se trata de una cuestión de tacto. Fue lo primero que recordé al subir a este A250.
No hablo solo de la calidad de los materiales, que cabe aclarar es lo que se espera de un Mercedes, sino de lo que transmite la dirección, los pedales y el andar. Ese deslizarse más que rodar. Vaya ahí, entonces, una posible definición de premium. Pero interrumpamos ese debate al menos por ahora.
En términos de diseño, muchos confunden al Clase A sedán con un modelo de segmento superior. Mérito de sus líneas, que lucen un tercer volumen integrado armónicamente y que no parece “agregado”. Se lo ve bien plantado, especialmente en esta versión con llantas de 18 pulgadas.
No es solo estética: este Clase A es el auto de su segmento con el mejor coeficiente aerodinámico ¡del mundo! Sí, un Cx de 0,22, que a su vez redunda en una mayor eficiencia de combustible.
Con 4,55 metros de longitud, es 13 cm más largo que su hermano hatchback, pero comparten en cambio la distancia entre ejes de 2,73 metros. Atrás dos adultos pueden viajar cómodos, con más espacio para la cabeza que en el CLA. El que no irá tan cómodo es el quinto pasajero, por el respaldo duro y el falso túnel de transmisión.
El otro gran plus de este tricuerpo viene por el lado del baúl, que ofrece 420 litros contra los 360 del bicuerpo, es decir, 60 litros extra que en la práctica parecen bastantes más. Tiene espacio más que suficiente para el equipaje de cuatro pasajeros.
El precio a pagar por ello es que carece de rueda de auxilio, sino un kit de reparación. Una solución útil en mercados como el europeo, pero definitivamente inapropiada para otros como el sudamericano, donde las distancias son mayores y el estado de los caminos, bastante peor.
Puesto de mando tech
Cualquiera podrá encontrar una posición de manejo ideal en este A250 AMG Line. Con una butaca más deportiva que en la versión convencional, baja mucho y ofrece la comodidad de los mandos eléctricos y tres memorias, ideal para aquellos que comparten el auto y se ofuscan al tener que acomodar el asiento cada vez que suben.
Es inevitable que la atención se la lleven las enormes pantallas de 10,2 pulgadas, una para el instrumental y otra para la central multimedia. Esta se puede manejar mediante órdenes de voz con el exclusivo sistema MBUX. Solo basta decir: “Hola, Mercedes”, para que el asistente virtual nos pregunte en qué nos puede ayudar.
Quienes prefieren hacer las cosas con las manos, dos opciones: desde la pantalla propiamente dicha, que es táctil, o -mi caso- desde el pad ubicado entre los asientos, que a su vez se combina con algunas teclas físicas.
El instrumental es 100% digital, con casi infinitas configuraciones de aspecto. Tanto que desde los comandos ubicados sobre el volante se puede seleccionar qué ítem queremos que aparezca en cada sector del tablero, y combinarlos.